La vida Onírica

Oniros, uno de los mil hijos de Tánatos, conocido también como Morfeo por su capacidad de tomar la forma de seres humanos y mostrarse en sueños.

jueves, 12 de febrero de 2009

El Amor al Final de la Escalera

(Oh, si…después de tanto tiempo he vuelto a tener un sueño coherente, tanto como se puede esperar de un sueño. Ya lo extrañaba).

Estaba sentada en mi cama, y frente a mí estaba un compañero de primaria que no veo hace mucho tiempo: Victor. Lo tomaba de las muñecas y lo atraía hacia mí, quería que hiciera el amor conmigo. Mi voz (pensamiento) sonaba demasiado suplicante cuando se lo pedía. Bastante lastimero, pero la verdad es que estaba realmente excitada, y el verlo tan frágil y pequeño más ganas aún.
Y de ahí no pasó, por que empecé a correr por las calles cercanas a la facu, iba por Uriburu, y estaba a tan sólo a una cuadra del hospital donde estaba Victor. Corría muy a prisa, tanto que apenas vislumbraba vetas de colores a mis lados. Llego a la ubicación real de la facultad de económicas, que era el hospital, y entro. Corro y corro, y sigo corriendo. No había gente, y se parecía más a una escuela que a un hospital, pues los pisos eran rojos y no habían asientos. Los pasillos en exceso anchos y ventanales daban a u patio de cemento. Era de día, y la luz reflejada en el piso daba a todo un aspecto rojizo. Llego a una escalera roja, y la bajo deslizándome. En el medio tenía una baranda divisora, y yo bajaba por la izquierda, preocupada por que podría estar subiendo alguien y tropezaríamos. Y no tenía fin, había recodos a cada rato, pero no parecía terminarse; hasta que terminó. Veo otra escalera roja, pero esta subía, y la subí deslizándome también.
Fue corto el trayecto, y llegué a una puerta blanca. Yo sabía que tras ella estaba Victor enfermo esperando por mi amor(¿?). Pero cuando estaba a unos pasos volvía a estar en la calle, pero esta vez salía de una alcantarilla sobre Uriburu. Y otra vez el mismo trayecto, la carrera, la escuela vacía. Todo igual, con el detalle que cuando bajaba la escalera se me aparece una mujer de limpieza recriminándome por bajar por el lado izquierdo. Llego hasta la puerta, y de vuelta vuelvo a la alcantarilla.
Ahora ya no corría tan rápido, podía ver los autos, los árboles, la gente. Otra vez me topo con la mujer, y esta ocasión habían personas en el hospital-escuela. Y de nuevo la puerta, que al final nunca pude siquiera tocar.

En una de las vueltas del círculo, yendo por Uriburu, me detengo en la plaza a observar un malabarista. Lo sigo por unas cuadras y lo veo entrar a una casa de los misterios. Estaba en compañía de Pina, yo quería entrar. En la entrada nos piden la edad, y descaradamente digo que tengo dieciocho (en lugar de mis veinticuatro). Pina se calla, ella no quiere entrar. Subo una escalera pequeña y entro a la oscuridad absoluta de un pasillo. Y no recuerdo más…

1 comentario:

El Dandy dijo...

Primero y principal... la envidio. Yo nunca recuerdo lo que sueño. Segundo... por qué mentir sobre la edad? Eso es lo que más me sorprendió.