La vida Onírica

Oniros, uno de los mil hijos de Tánatos, conocido también como Morfeo por su capacidad de tomar la forma de seres humanos y mostrarse en sueños.

martes, 27 de enero de 2009

Angustia

Me dormí después de haber llorado por largo rato, así que supongo que eso afectó mi ánimo en el sueño, condicionándolo.

No habían imágenes nítidas, sólo más bien una idea mental de un chico delgado de tez pálida que sólo tenía puesta la ropa interior. Su cara estaba descompuesta del llanto, de la verguenza y del dolor. Se abrazaba el mismo su cuerpo, mientras unas manos invisibles lo zamarreaban de un lado a otro. Gritaba en silencio, pero yo podía oírlo muy bien. Y yo lloraba por él, por que me daba tanta pena verlo sufrir de ése modo mientras era despojado de todo lo que tenía. Ésa era la cuestión, al chico alguien le arrebataba algo importante (en la realidad yo sé que la que se siente despojada soy yo)
Todo era un mar de sensaciones disgustantes (se me empañan los ojos al recordarlo), y la angustia estaba en mi pecho pujando por salir. De a ratos yo era él, y el chico lloraba por mi. Y llorábamos y sufríamos, y seguíamos llorando.

Despertaba a cada rato, poco y nada he dormido ésa noche.

miércoles, 21 de enero de 2009

Rata de madera...

Estaba en el local donde trabajo, acomodando unas camisas por colores. Eran rosas y celestes. Me habían dado varios premios por hacer pilitas ordenadas, y yo esperaba ansiosa ganar el siguiente por mi buen gusto en combinar colores.


De repente me sentía una rata gigante colgada de una pared al norte. Se podría decir que clavada a la pared, pero no había dolor o malestar. Y esperaba que llegara mi conejo, el conejo con el que tendría buen sexo y felicidad. Pero estaba confundida, por que si esperaba que llegara un conejo debía colgar un conejo en una pared que de al norte, y no estar yo clavada en ella. Quería salirme, pero no podía. Así jamás llegaría el conejo que buscaba. Fue un sueño muy triste...

miércoles, 14 de enero de 2009

La Báscula

En el sueño yo era una esclava sometida por unas básculas que mi amo/a me introducía en el ombligo(digo amo/a por que distintas personas hacían el papel de mi torturador). El término básculas no es el adecuado, por que en realidad lo que tenía incrustado en mi ombligo eran sorbetes con el envoltorio de papel, pero yo insistía en llamarlos básculas.

Tenía ganas de huir del lugar donde estaba, pero el dolor y la incomodidad producidas por las básculas era tal que no me animaba a hacerlo. Me dolían, y no podía quitarlas por que me daba mucha impresión tocarlas y sentir como mis tripas se revolvían a cada movimiento.
Estaba en un cuarto con mi mamá, ella recién había terminado de planchar y sobre la mesa estaba la ropa y la manta que coloca siempre. Yo tenía puesta una remera azul, y desde arriba podía ver que en la parte de mi abdomen se abultaba por la presencia de las básculas. Dolían. En ese momento mi ama era mi hermana, no la veía, pero sabía que estaba cerca. Ideo un plan fugazmente: me saco muy despacio una báscula-sintiendo como se me revolvía todo- y la coloco bajo la ropa planchada. Iba a hacerlo de a una por vez, y para cuando terminase huiría corriendo. Sólo logré quitarme y esconder una cuando Daniela-mi hermana-volvió y levantó la ropa y encontró mi báscula y me la volvió a poner. La odiaba por hacerme sentir tan mal, y mi madre no decía nada.
De sólo estar me arranco todas las básculas de un tirón y echo a correr por un pasillo oscuro, con mi amo persiguiéndome-por que ahora era un “él” y no un “ella”-. Yo era más rápida, mucho más rápida, pero el me iba a alcanzar, lo sabía. Me paré, y la plataforma en la que yo estaba se elevó por los aires y me llevó hasta una terraza. Mi amo estaba en una terraza vecina, rabiando por que estaba fuera de su alcance.
Ahora estoy en el jardín de la casa de mi abuela, junto a la reja de la calle. No tenía ninguna báscula, era libre. Del otro lado de la reja veo venir a mi amo arrastrándose del dolor. Era un anciano decrépito, tan parecido a Smeagol que me dio lástima. Nos separaba la reja nada más, me confié por su aspecto deplorable, y no entendía como me había dejado dominar por semejante vejete tanto tiempo. Sigue arrastrándose, y yo lo sigo desde mi lado. De repente cruza por debajo, por un hoyo en la tierra, me apresa y me vuelve a colocar las malditas básculas. No lo podía creer…¿de dónde había sacado las fuerzas para someterme de ese modo ese anciano que hace ratos se arrastraba llorando?
Y sólo sentía más y más dolor, más incomodidad, y ya no pasó nada más.

(Durante todo lo que duró el sueño sentía una presión en mi ombligo muy cercana al dolor, tanto que en una oportunidad me desperté, me lo palpé y sentí auténtico dolor, aunque algo amortiguado, por lo cual lo ignoré y me sumergí nuevamente en ese sueño de esclava)