La vida Onírica

Oniros, uno de los mil hijos de Tánatos, conocido también como Morfeo por su capacidad de tomar la forma de seres humanos y mostrarse en sueños.

jueves, 6 de agosto de 2009

De zombies, tijeras y carritos voladores...

Esto fue una pesadilla, con un par de tintes graciosos, pero pesadilla al fin.Estábamos de caza, aunque no de caza de salir a matar, sino que vivíamos de caza. Éramos personas que vivíamos asediadas por alguna especie de bicho. A la cabeza se me venían vampiros o zombies, pero no era exactamente eso; simplemente cazábamos algo peligroso para nosotros. En el sueño éramos cuatro personas: mi vieja, mis dos hermanos, una tiastra y yo. (Si, sé que nombré cinco en total, pero es que en la cama estábamos cuatro, porque yo lo veía desde arriba, pero éramos cinco). La cosa es que nos fuimos a descansar los cuatro a la cama, y yo quedaba en una de las orillas -en la derecha-, y me sentía inquieta, porque si entraba alguno de esos seres malignos me tendría al alcance más pronto. Estábamos todos tapados con una sábana blanca. Yo cargaba conmigo una tijeras muy grandes de mango negro, a modo de defensa, y las tenía bien sujetas a mi pecho, y miraba el techo. A menos de un metro de mi posición había una puerta, y se abre, dejando ver a una mujer de aspecto por demás normal, que venía hacia mí con otras tijeras. Yo le digo que se aleje, pero mi familia me dice que me relaje, que no me quería hacer daño (y de hecho no lo hace, sólo se acerca a mí), pero yo sabía que ellos me decían eso para encubrirme, porque no querían que la zombie sospeche que sabíamos quién era. Yo tenía miedo, porque era la que quedaba más cerca de la mujer, y les digo que no es que tuviera miedo de ella, sino que de las tijeras, porque les tenía fobia. Todos a coro me preguntan que por qué llevaba unas en la mano si les tenía fobia… Me detesto a mí misma por ser an tonta de buscar esa excusa tan débil, pero no tengo mucho tiempo más, porque enseguida siento la punta de la tijera de la zombie en mi garganta, pujando por perforar la piel, y la veía a ella encima de mí empujando más y más. En ese momento no había dolor, ni miedo, ni nada; sólo la sensación de algo entrándome por el cuello. No sé cómo, pero sé que me deshago de ella (supongo que la herí, porque esa era la intención inicial, pero no recuerdo haberlo hecho) y empiezo a caminar por un pasillo, buscando a esa zombie no sé para qué. Llego a una habitación muy amplia, que daba aspecto de un baño, porque había uno de esos cuartuchos. Era casi todo de un celeste grisáceo, y mojoso, viejo. Quiero acercarme al cuartucho, pero no sé si lo hago, porque me veo caminando por la calle. Era una calle céntrica, pero estaba vacía. Me recordó mucho a Resident Evil, cuando toda la ciudad esta vacía, y la protagonista camina por ahí. El punto es que veía un kiosco, y parecía que era un atardecer, porque todo estaba iluminado por una luz amarilla, casi naranja, que hacía que todo adquiriera diferentes matices, entre el amarillo y el rojo. Quiero huir, y ahora sólo éramos mi vieja, mi tiastra y yo. Veo unos carritos del tamaño de los carros de calesita, y pienso que son el medio ideal, porque con ellos se podía volar. Eran marrones, y tenían un mecanismo que por medio de una manivela extendían una sombrilla amarilla que hacía que se eleven. Acciono uno, y se levanta un poco del piso, pero veo que no vamos a entrar las tres, porque mi tiastra es muuuuyyyy gorda. Yo no quería decirle que viajara sola por su sobrepeso, pero era eso o ser atrapada por los malignos. Dispongo que mi vieja venga conmigo y que Claudia (la tiastra en cuestión) vaya en otro sola. Despegamos, pero no recuerdo más.

domingo, 2 de agosto de 2009

De aviones, piletas y pollitos....

Soñé que tenía que viajar en avión, pero como no había lugar, viajaba colgada de la cola. pero lo más raro era que había otra persona más colgada; estaba aferrada con los dos brazos, con el cuerpo colgando, y yo estaba colgada de los brazos de ella (porque era una mujer, aunque no sé quién). El avión arranca, y yo me lamento porque tendría más o menos una hora de viaje y me dolerían los brazos, y de seguro habría mucho viento. Lo más loco, es que no tenía miedo de caer, como si ir colgando del avión fuera normal. En un momento, la mujer se suelta, diciéndome que estaba cansada y que me agarrara yo, que ella se colgaría de mí. La miro horrorizada por su estupidez, porque ella se suelta y el avión se aleja, sin que yo pudiera agarrarme, porque sujetaba sus antebrazos por las muñecas. Entonces ideo un plan, en donde yo la agarraba más fuerte y comenzaba a saltar la soga en el aire con ella. Sí, ella. Su cuerpo era la soga, y los brazos se mantenían fijos, mientras yo saltaba su cuerpo. Y con eso me dí impulso y alcancé la cola del avión, y ahora era ella la que me sujetaba de las muñecas y viajábamos tranquilas.Luego estaba como en un camping, donde habían piletas climatizadas por todos lados. Había una que era muy grande pero poco profunada. Yo buscaba en cual meterme y caminaba por los bordes. Había una especie de carpa amarilla a un lado, y yo quería meterme bajo ella. Había un cajero, y quería sacar plata, pero veo que sale un hombre y dice que no hay plata, y antes de que se cierre la puerta de vidrio del cajero, veo que salen pollitos de un amarillo muy pálido. Miro el piso que era clarito, y también veo que se acerca una nena que me da un pollito. Lo agarro, pero de repente alguien me da a mi gata, por lo que inmediatamente suelto el pollo desde la altura y agarro a la Bombóm (mi gata) y me pongo a acariciarla como a mí me gusta. Sé que alguien me recrimina por haber arrojado al pollito al piso, pero no me importa. Yo pensaba que ni loca iba a dejar caer a mi Bombóm por un pollo.

Y no recuerdo más... (como me gusta acariciar a mi gata en sueños, es casi tan bueno como hacerlo en vivo)

sábado, 1 de agosto de 2009

De árboles guardianes y gatos...

Soñé largo y tendido, pero por más que trate de recordar mucho, no puedo.
Estaba en un lugar al aire libre del que poco y nada recuerdo. Me estaba escondiendo de alguien, y me coloco tras un árbol, pero en vez de quedar tras él, quedé entre éste y otro. Eso significaba que no quedaba oculta, sólo custodiada por los dos troncos. Estaba quieta ahí, y si bien no sentía miedo, estaba paralizada. Tenía intenciones de moverme para delante, pero los árboles practicamente tenían las raíces muy juntas y me impedìan el paso. Estaba oscureciendo, y veo que alguien camina hacia mí. No sé si era hombre o mujer, pero recuerdo un cabello largo y negro. Me miraba sin mirarme, y yo pensaba que se debía a que estaba camuflada por los árboles y la oscuridad. Pero de repente me ve realmente, y ahí me doy cuenta de que en realidad esa persona no era la que me buscaba, porque no me daba miedo que me haya visto. El problema fue que los árboles me sujetaron por los brazos y me tendieron en el piso.
Ahora yo era una nena que miraba la escena, arrodillada a un lado de donde tenían sujeta a mi yo adulta que vestía una camisa blanca. La persona de pelo negro se sienta encima de la panza de mi yo adulta. Yo (la nena) le grito que no me viole, pero no se oye nada, ni tampoco muevo la boca; lo hago mentalmente. De un tirón veo como le abren la camisa a la yo adulta, pero no siento miedo ni nada, y la yo tirada tampoco. La yo niña se tira sobre la adulta y comienzo a llorar, pero era un llanto carente de angustia, raro. Ya no había nadie más ahí.Vuelvo a ser yo grande, y me siento tirada en el piso, y veo para un costado como un gatito muy pero muy bebé caminando por un piso de cerámica, muy parecido al de mi casa. Veo que es perseguido por mi gata, que le quiere hacer daño, y yo no entendìa por qué lo hacía, porque supuestamente mi gata era la madre del gatito. Veo como lo dobla en ángulos poco probables, pero el pequeño animalito seguía moviéndose como si nada. Luego viene la nada, y cuando vuelvo a tener una imagen, veo que el gatito seguía sobre el mismo piso, pero que ahora había crecido y se había transformado en mi otra gata (la que es realmente mía y amo mucho). Yo sigo en la misma posición en la que me habían dejado los árboles, pero estirando una mano la comienzo a acariciar, y mientras tocaba la hermosa textura de su pelaje gris me preguntaba como alguien podía querer dañara un ser tan hermoso. Y miraba su hocico de perfil, todo gris, casi plateado, con la manchita café con leche entre los ojos. Y la toqueteaba toda; su pancita, el lomo, las orejas... estaba tan pero tan feliz de poder acariciarla.

Y no recuerdo más.